El 14 de junio los trabajadores del mundo celebran el 80 Aniversario del nacimiento del Comandante Ernesto Che Guevara. Él se expresaba: “Nací en Rosario pero soy latinoamericano”, y en esa ciudad se conmemora con importantes eventos durante los días 13, 14 y 15 con la asistencia de centenares de participantes y delegaciones extranjeras. Su nacimiento se recuerda en momentos históricos en donde su pensamiento, su acción y su ejemplo han adquirido una envergadura inédita en el mundo, especialmente en nuestra castigada Indolatinoamérica y el Caribe. Eso no es extraño cuando las grandes potencias imperialistas encabezadas por Estados Unidos asesinan salvajemente en Irak, Afganistán, Palestina y otros pueblos, a cientos de miles de ancianos, niños y enfermos, mientras se resiste a las agresiones. Amenazan con nuevas intervenciones a Cuba, Venezuela y Bolivia, tratando, inútilmente, de organizar a puro dólar la contrarrevolución interna. Todo esto mientras el capital globalizado mundial se centraliza en menos manos: 1.100 millones de personas no tienen agua potable, 2.600 millones carecen de servicio de saneamiento, más de 800 millones son analfabetos, 115 millones de niños no van a la escuela primaria y 850 millones pasan hambre todos los días. El 1% de las personas más ricas del mundo poseen el 40% de las riquezas, mientras que el 50% de la población mundial apenas cuenta con un 1%. Todo esto en un mundo en donde se gastan millones de millones de dólares en armas por año. 1.000 millones que viven en países desarrollados consumen la mitad de la energía total, mientras que casi 2.000 millones de pobres no conocen la electricidad. En nuestro país, con capacidad para alimentar a 400 millones de personas, todos los días mueren por hambre y sus consecuencias decenas de argentinos pudiendo ser salvadas y otras miles tienen que recurrir a basurales o a la mendicidad para sobrevivir. Diez mil personas duermen en las calles de la ciudad de Buenos Aires por carecer de una miserable cama. Mientras los ricos productores de nuestro país tiran a las calles frutas, verduras, leche y otros alimentos para defender los precios de su producción, en el 2007 casi un millón de chicos de todo el país pasaron hambre. Según UNICEF, el año pasado 8 murieron diariamente por desnutrición, es decir, 2.880 niños en el año. En la escala de valores morales del capitalismo lo primero es la rentabilidad. Para el Gobierno, es más importante hacer muestras de “riqueza” y “prosperidad” con 50.000 millones de dólares de reservas congeladas en el Banco Central ó seguir pagando deuda externa ya saldadas varias veces que salvar, ya, ahora, las vidas de miles de niños. Lo ocurrido recientemente con los niños de La Quiaca salva de mayores pruebas.
Mientras tanto, se sigue arrasando con los bosques nativos. La tasa de deforestación en nuestro país es 6 veces superior al promedio mundial. En 5 años se taló 1,3 millones de hectáreas, la mayoría de ellas destinadas al monocultivo de soja. Para ello, miles de legítimos poseedores y propietarios milenarios son desalojados de sus tierras con títulos falsos y/o directamente con violencia. Son 200.000 pequeños campesinos, ligados directamente a su historia y su tierra, ignorados por la Sociedad Rural, sus socios y el gobierno.
Este cuadro de tamaña injusticia y monopolización de la riqueza es, hoy, igual o peor que la que vivió y experimentó el Che hace 40 años. La incapacidad del capitalismo para cambiar esa situación ha sido y es elocuente. Su lucha contra la injusticia y el despojo, su integridad moral, su renunciamiento a la riqueza y a todos los cargos concedidos en Cuba y ganados en su lucha por la liberación, es ejemplo de su rebeldía contra el hambre, el saqueo, la explotación y la opresión de los pueblos. Por defender sus ideas, entregó en combate su vida. El Che tuvo notables diferencias con el denominado “socialismo real” es decir, el que deformadamente se implantó en la Unión Soviética y otros países europeos del este y las concepciones dogmáticas y sectarias que dominaban el pensamiento de los partidos controlados y dirigidos por Moscú. Esas diferencias y sus críticas fueron expresadas hace ya 40 años, y recién hace dos han sido conocidas, especialmente en el libro “Apuntes críticos para la Economía Política” publicado recientemente y en la reedición de otros como “El gran debate sobre la Economía en Cuba”. Porque él luchó intransigentemente por el Socialismo Revolucionario, antiimperialista y anticapitalista. Tenía la convicción y seguridad de poder ser capaces de construir la nueva sociedad basada en un profundo humanismo popular y revolucionario, y tomaba como sujeto histórico los pueblos explotados, oprimidos y marginados del tercer mundo.
El Che estuvo y está en la memoria de nuestros pueblos indolatinoamericanos, junto a los 120.000 desaparecidos en América Latina, que han regado con sangre rebelde nuestro suelo y han sido inspiración permanente para la acción transformadora. Ahí está junto a José Martí, Emiliano Zapata, Augusto César Sandino, Farabundo Martí, Camilo Torres y los hermanos Peredo, entre otros.
El Che decía que “debemos endurecernos sin perder la ternura jamás”. Firmeza frente al poder, la dominación y manipulación de la voluntad popular y en contra de toda injusticia, discriminación y marginación.
El primer marxista de América Latina, el peruano José Carlos Mariátegui, con quien el Che se identificaba, afirmaba que la revolución debía ser socialista ó será caricatura de revolución. La posición independiente y enriquecedora de la teoría revolucionaria del Che impidió encuadrarla en los centros ideológicos que existían en el mundo y criticó a China y la Unión Soviética porque su enfrentamiento político por la hegemonía perjudicaba a todas las luchas, en especial la del heroico pueblo vietnamita contra la agresión salvaje del imperialismo yanqui. Ante estas opciones ideológicas, pocos comprendían que la vida y el pensamiento del Che era un permanente laboratorio de nuevas ideas revolucionarias confrontadas permanentemente con la historia concreta. De ahí su riqueza.
Todos los temas centrales de la obra marxista del Che, tienen su fundamento en el humanismo revolucionario. Coloca al hombre como protagonista real y activo en la lucha por construir una nueva sociedad. Y como decía su poeta favorito, el español León Felipe, “se encontró permanentemente en la aventura de parirse a sí mismo”. Y sí que fue un excelente partero.
Reafirma permanentemente la teoría de la Revolución Socialista y ratifica que no es posible una transformación verdadera de la sociedad sin la supresión histórica del capitalismo. El Che, como todos los dirigentes de la Revolución Cubana, construyeron convencidos que un derecho humano fundamental es la verdad. Quizá de ahí provenga la indestructibilidad de la Revolución. Nuestros pueblos están hartos de mentiras, engaños, doble discurso e historias oficiales. Es necesario abolir toda mentalidad de competencia, de jerarquía y de burocratización, suprimir la obtención de ventajas en términos de poder, dinero o prestigio. El estímulo que sostenía el Che era lo colectivo, y su moral la de la liberación. Coincidente con lo que decía nuestro compatriota Álvaro Yunque: “el socialismo revolucionario no es otra cosa que hacer desaparecer el individualismo para que pueda florecer la individualidad”. La obra del Che más brillante ha sido y es su propia vida.
Expresó Fidel Castro: “Los escritos del Che, el pensamiento político y revolucionario del Che tendrán un valor permanente en el proceso revolucionario cubano y en el proceso revolucionario de América Latina. Y no dudamos que el valor de sus ideas, tanto como hombre de acción, como hombre de pensamiento, como hombre de acrisoladas virtudes morales, de insuperable sensibilidad humana, como hombre de conducta intachable, tienen y tendrán un valor universal.”
Algo importante está ocurriendo en Indolatinoamérica en los últimos años. La pobreza y la marginación a que han sido históricamente sometidos nuestros pueblos por el imperialismo y sus cómplices locales, se han visto conmovidos por la aparición de nuevos dirigentes, organizaciones, juventudes y procesos políticos que se han parado firmes y algunos de ellos, como Evo Morales, en oportunidad de asumir la presidencia de Bolivia, afirma ante el mundo que venía “a hacer lo que el Che había dejado inconcluso”.
La permanencia y profundización de los procesos de Cuba y Venezuela, los avances en el nuevo camino de los pueblos de Nicaragua y Ecuador demuestran que, a pesar del sofisticado poderío militar del imperialismo yanqui, la globalización del saqueo a nuestros pueblos se va respondiendo con la globalización de la resistencia en la solidaridad y en la lucha con unidad. La estrella del Che seguirá iluminando el camino del verdadero humanismo. La herencia rebelde del Che, sembrada durante tantos años en el corazón de Indolatinoamérica, ha comenzado a ser masivamente bandera de la juventud de nuestro continente. El Che camina el siglo XXI.
Córdoba, junio de 2008
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